Wednesday, September 13, 2006

AQUELLA TARDE



Aquella tarde única se ha quedado en mi alma.

Su luz flota en la sombra de mi noche interior.


Sólo una fugitiva vislumbre en la ventana;

sólo un azul reflejo; nada más que un vapor

de luz que se filtraba por las breves junturas;

sólo un vaho de cielo, no más que una ilusión

de claridad fluyendo por entre los postigos.


Nada más que el ensueño de aquel suave fulgor.

Sólo esa fugitiva vislumbre en la ventana.

No más. Y en la penumbra, libres al fin, tú y yo.

En silencio llegaba yo al fondo de la dicha;

con infantil dulzura, tú gemías de amor.


Sólo el azul reflejo de aquella tarde única.

¿No ves tú en la ventana? ¿No ves tú? Quizás no.


Acaso no lo viste, porque cuando yo inmóvil

me quedé contemplando aquel suave fulgor,

Tú en aquellos momentos de lánguido reposo

dormías dulcemente sobre mi corazón.


Veo la fugitiva vislumbre en la ventana;

oigo el ritmo apacible de tu respiración.

Te siento. En la penumbra te siento. Eres tú misma

que te duermes, ya mía, sobre mi corazón.

Saturday, September 02, 2006

ELLA DICE - DICE ÉL

ELLA DICE


Sus ojos suplicantes me pidieron

una tierna mirada y por piedad

mis ojos se posaron en los suyos...

Pero él me dijo: ¡más!


Sus ojos suplicantes me pidieron

una dulce sonrisa y por piedad

mis labios sonrieron a sus ojos...

Pero él me dijo: ¡más!


Sus manos suplicantes me pidieron

que les diera las mías y en mi afán

de contentarlo, le entregué mis manos...

Pero él me dijo: ¡más!


Sus labios suplicantes me pidieron

que les diera mi boca y por gustar

sus besos, le entregué mi boca trémula...

Pero él me dijo: ¡más!


Su ser, en una súplica suprema,
me pidió toda ¡toda! y por saciar
su devorante sed, fui toda suya...
Pero él me dijo: ¡más!


DICE ÉL


Le pedí una mirada y al mirarme

brillaba en sus pupilas la piedad

y sus ojos parece que decían:

¡No puedo darte más!


Le pedí una sonrisa. Al sonreírme

sonreía en sus labios la piedad

y sus ojos parece que decían:

¡No puedo darte más!


Le pedí que sus manos me entregara

y al oprimir las mías con afán,

parece que en la sombra me decía:

¡No puedo darte más!


Le pedí un beso, ¡un beso! Y al dejarme

sobre sus labios el amor gustar,

me decía su boca toda trémula:

¡No puedo darte más!


Le pedí en una súplica suprema

que me diera su ser... y al estrechar

su cuerpo contra el mío, me decía:
¡No puedo darte más!


SENTIR



¿Creer? ¿Pensar? Ya no. Sólo sentirte.

Sentirte en mí, sentirme en ti, eso es todo.

Ser como el aire que tu boca bebe,

como la luz que bebes con tus ojos,

como el agua que bebes con tus labios,

entrar, entrar en ti, hasta lo más hondo,

y al fin dejar de ser y ser tú misma!

Ni pensar, ni creer. Sentir. Es todo.

LA LLAMA


Aguza su llama la vela

como la hoja de un puñal.

Inmóvil, como ella, mi alma

piensa en el término fatal.


Sin tu amor que a la vida me amarra

fuera hasta dulce de pensar...

¿La muerte? Olvidarse de todo,

y descansar, y descansar.


Mas, tu amor, que hace un bien de la vida,

de la muerte hace un mal, un mal

tan horrible, que ante él tiembla el alma

como llama que al viento está.


Seguirán tus ojos amados

bebiendo sombra y claridad.

Buscarán otros ojos los tuyos...

¡Los míos no te verán más!


Tus labios, tus labios queridos

como ahora sonreirán

y otros labios acaso los besen...

¡Los míos nunca, nunca más!


Tus brazos en viva guirnalda

de amor se entrelazarán

y quizás a otro cuerpo se ciñan...

¡Los míos, a ti, nunca más!


Este amor que a la vida me amarra

con mi vida también se irá.

Otros hombres podrán amarte

¡ y yo nunca, nunca más!